Antonio Cabrera Domínguez

Escritor

Profesor de Escritura Creativa

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Experto en Creación Literaria

por la Universidad Camilo José Cela

Experto en Enseñanza de Escritura Creativa,

por la Universidad de Alcalá

 


El caso de Pancho Tacoronte

Pida su ejemplar, en pdf, aquí:

info@panchotacoronte.com

 

 
 

 

Canción para Luz María

La juventud no sé si son horas de eternidad
o la más bella canción de los poetas,
un bello sueño angelical policromado,
la paletada efímera de un beso.

Es la fugaz encrucijada en que te encuentras,
quieres dormir este deseo y navegar
por entre rosas y paisajes encantados
como en un cuento de mariposas sin igual.

Y tu sonrisa es la sombra de un naranjo
donde reposo para oírte musitar,
con el aroma embriagador y tus caricias
o las de lánguidos gnomos de cristal.

En tu barquilla de papel coloreado
dejaremos atrás la soledad,
convertiremos los caminos en amores
y los amores en poemas de ansiedad.

Si ha de perderse esa nube ensoñadora,
si a tus besos jamás he de volver,
ya son recuerdos negras playas mágicos colores
con el salitre y con tus ojos luce el mar.

La juventud no sé si son horas de eternidad,
si campanadas de un preciso reloj,
pero si muere llévale junto a su brisa
tropical lisonjeros crisantemos amarillos,
pero si muere llévale junto a su brisa
tropical lisonjeros crisantemos amarillos.

(Roberto Cabrera, Tenerife 1979)

 

 

 

 

Familia

 
 

Introducción

Es el caso de un loco, al que llamaré Pancho, lo que voy a comentar aquí.
Presentaré primero un conjunto de textos literarios escritos por él, y que él mismo agrupó en una obrita, para posibilitar el análisis.
Luego, en el epílogo, desarrollaré mi juicio clínico a la luz de esos escritos y de otros aspectos de su historial.
Veamos la obrita, los textos.

(Así se presenta el caso, así comienza el librito)

Pídalo en: info@panchotacoronte.com

 
 

Dos microrrelatos de Pancho Tacoronte:

La mirada

Al señor Salcedo le gustaba mucho mirar a las niñas. Iba con frecuencia al colegio Santa Rosa de Lima a la hora de la salida. Sentado en un banco, cercano a la puerta, las miraba pálido y con la respiración entrecortada. Le gustaban todas, pero las de doce a catorce eran su debilidad.
Desde que el padre de Lupita le descerrajó dos tiros en la barriga, el señor Salcedo, aunque ya nadie le ve, cuando se cruza con una niña mira para otro lado.

 

Historia de aspiradoras

La idea fue mía. Compramos cada uno una aspiradora y nos fuimos para nuestras casas.
Mi mujer me llenó de besos, la sacó de la caja, la armó, la enchufó y se puso a limpiar ligera el suelo tarareando una canción.
A Jaime, la suya le sonrió con los labios prietos, la levantó en peso y se la estampó en la cabeza. Jaime salió despedido, atravesó la pared y voló hasta mi buhardilla. Desde entonces está escondido allí. Yo sigo visitando a su mujer.

 
 
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Resistiré

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